Visitas de hoy en adelante... "Cualquiera" no contó el primer millón

Entre nos...

martes, 30 de junio de 2009

No duele un “buen día”

De pequeños nos lo enseñaron como saludo matutino: “Buenos días bebito amado!” Y luego en canciones infantiles: “Buenos días, amiguitos/buenos días/¿cómo están...?”

Puedo entender al que le molesta que le digan “que tengas un lindo día”, mientras el clima es de truenos y centellas. Lo entiendo porque sé que resiente que se haya trasplantado del inglés -sin ton ni son- la frasecita “have a nice day” que los gringos dicen en automático. Además, le resta importancia a los boletines del Servicio Nacional de Meteorología.

De todas formas, me encantan los buenos días. Y los días buenos. Acepto -casi con la misma alegría- los no tan buenos. Recuerdo cuando parecían genuinos. Se distinguían por la entonación sincera; porque las palabras se acompañaban de miradas a los ojos; porque el saludo podía incluir una tocadita en el hombro, un beso, un abrazo...

A quien siempre le dolerá el “buen día” fue a la que una vez me contestó de un zarpazo: “Buenos días, ¿de qué? ¿Quién te dijo que para mí eran buenos?”
Ese día supe que ella no tampoco había tenido “buena noche”.

Espero que esa no sea la norma, pero a Cualquiera le sucede... ¿o no? A ella le sugiero cambiar la letra a "Good Morning SUNSHINE" y cantarla a la moderna y/o subirla como ringtone con Serena Ryder; o como recordarla como en "Hair", circa 1979...

(Foto "Atardecer en Buyé" por Cass)


Gliddy glup gloopy / Nibby nabby noopy la la la lo lo /
Sabba Sibby sabba / Nooby abba nabba le le lo lo
Tooby ooby walla nooby abba nabba...


"Good Morning Starshine"
You lead us along!



"Hair" 1979

lunes, 29 de junio de 2009

¿Qué queda él de tí?


A veces es mejor ni saber.
Si bien es cierto que “la curiosidad mató al gato”, la prioridad tiene que ser matar la curiosidad antes.
Ahora bien, en el caso extremo de una “curiosidad que mata”, la imprudencia es cosa mala y, -a veces- por averiguaos, metemos la pata “hasta el home”. Eso, a cualquiera le sucede...

Hace muchos, muchos años, cuando se empezaba a escuchar del Sida –que por cierto, todavía “sí da”- me ilustraron del entonces conocido “Síndrome del Día 3”.

No era que a los 3 días se exteriorizaran síntomas del virus.
La referencia numérica especificaba el día del mes en que los recipientes del Seguro Social hacían fila en los correos para buscar el chequecito, y luego se enfilaban nuevamente en el banco para cambiar el papel por papeles verdes y monedas.
Chavos en mano, todos los caminos conducían hacia algún negocio de sexo. O, en la mayoría de los casos, las em-presarias se dirigían a la presa, que a veces, además de darles minutos de gozo, le dejaban el virus de ñapa.

“Después del gustazo, venga el trancazo. Me rindió para darme muchos gustazos”, me llegó a decir una de las víctimas que parecía que por edad tenía todos los años del mundo. Lo conocí en el pasillo de uno de los pocos hospitales con un programa para veteranos de las Fuerzas Armadas que padecieran de Sida. Él había autorizado la entrevista y venía pasillo abajo en una silla de ruedas que dirigía una mujer voluptuosa y guapa. El cuadro no podía parecer más tierno: el abuelito en la silla de ruedas, la hija que lo escoltaba y el nietecito sentado en la falda de su abuelo, escuchando “cuentos de antaño”.
Eso parecía.

Entonces... el primero de lo que pudo haber sido una cadena de errores:
-“¡Ay, pero que nietecito tan guapo!”
En ese mismo instante se encendió una sirena con alarmas rojas que me vociferaban: “metiste la pata”.
-No es mi nieto, ¡es mi hijo!
La trabajadora social del caso -un ángel disfrazado de mujer, que debe de tener un part-time como apuntadora de teatro- me susurró al oído un “yo te explico después quién queda qué de quién”.

Resumen: El que parecía el abuelo, era el padre; la que llevaba la silla de ruedas, y parecía la hija, era la mejor amiga de la prostituta que quedó embarazada accidentalmente un día 3 del niño que –ya huérfano de madre- ese día se paseaba en la falda del padre que parecía el abuelo.
Lección: Ante la duda, saluda. Cuando no sepas, pregunta: “¿qué queda él de ti?”
Para no olvidarlo, recuerda que la curiosidad mató al gato.

¿Te ha pasado algo así? A Cualquiera le pasa... y no puedo evitar la curiosidad de saber...
¡Miau!
(Foto por Cass)
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