A veces es mejor ni saber.
Si bien es cierto que “la curiosidad mató al gato”, la prioridad tiene que ser matar la curiosidad antes.
Ahora bien, en el caso extremo de una “curiosidad que mata”, la imprudencia es cosa mala y, -a veces- por averiguaos, metemos la pata “hasta el home”. Eso, a cualquiera le sucede...
Hace muchos, muchos años, cuando se empezaba a escuchar del Sida –que por cierto, todavía “sí da”- me ilustraron del entonces conocido “Síndrome del Día 3”.
No era que a los 3 días se exteriorizaran síntomas del virus.
La referencia numérica especificaba el día del mes en que los recipientes del Seguro Social hacían fila en los correos para buscar el chequecito, y luego se enfilaban nuevamente en el banco para cambiar el papel por papeles verdes y monedas.
Chavos en mano, todos los caminos conducían hacia algún negocio de sexo. O, en la mayoría de los casos, las em-presarias se dirigían a la presa, que a veces, además de darles minutos de gozo, le dejaban el virus de ñapa.
“Después del gustazo, venga el trancazo. Me rindió para darme muchos gustazos”, me llegó a decir una de las víctimas que parecía que por edad tenía todos los años del mundo. Lo conocí en el pasillo de uno de los pocos hospitales con un programa para veteranos de las Fuerzas Armadas que padecieran de Sida. Él había autorizado la entrevista y venía pasillo abajo en una silla de ruedas que dirigía una mujer voluptuosa y guapa. El cuadro no podía parecer más tierno: el abuelito en la silla de ruedas, la hija que lo escoltaba y el nietecito sentado en la falda de su abuelo, escuchando “cuentos de antaño”.
Eso parecía.
Entonces... el primero de lo que pudo haber sido una cadena de errores:
-“¡Ay, pero que nietecito tan guapo!”
En ese mismo instante se encendió una sirena con alarmas rojas que me vociferaban: “metiste la pata”.
-No es mi nieto, ¡es mi hijo!
La trabajadora social del caso -un ángel disfrazado de mujer, que debe de tener un part-time como apuntadora de teatro- me susurró al oído un “yo te explico después quién queda qué de quién”.
Resumen: El que parecía el abuelo, era el padre; la que llevaba la silla de ruedas, y parecía la hija, era la mejor amiga de la prostituta que quedó embarazada accidentalmente un día 3 del niño que –ya huérfano de madre- ese día se paseaba en la falda del padre que parecía el abuelo.
Lección: Ante la duda, saluda. Cuando no sepas, pregunta: “¿qué queda él de ti?”
Para no olvidarlo, recuerda que la curiosidad mató al gato.
¿Te ha pasado algo así? A Cualquiera le pasa... y no puedo evitar la curiosidad de saber...
¡Miau!
(Foto por Cass)
3 comentarios:
A mi me paso' cuando le dije a un paciente: " caballero si gusta le digo a su nieta ..."
Y resulto' que era su esposa/ moraleja desde ese dia pregunto ? y que queda ud de x??
A mí también me pasó algo parecido, Casiopeia: le di la enhorabuena a la gestora del Banco creyendo que estaba embarazada y... resultó que no, que es que "llevaba una blusa demasiado amplia y había echado un poco de tripita"...
O decir ante un embajador de Costa de Marfil, negro cono un nubio, "trabajar como un negro"... Le pedí perdón y se echó a reir diciendo que estaba acostumbrado... Pero a mí´¡trágame tierra!.
Ay Amig@ Anónimo!!!
Ese es uno de los "errores" mas comunes... cuando hay tanta diferencia en edad entre la pareja.
Asi que ELLOS no se deben sorprender de nuestra sorpresa... jajaja!
Saludos
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