Todavía no entiendo eso de las “malas palabras”. Mi idolatrada María Moliner alegadamente le vedó la entrada a su diccionario. Yo, honestamente no las he ido a buscar allí porque no se me han perdido.
Mi abuela se “zafaba” y decía que las palabras que algunas personas rechazan eran “fuercitas” que había que hacer al hablar. Todos le creíamos a la matrona de 14 hijos, 3 “arrima’os”, y decenas de nietos. Especialmente cuando se fumaba aquellos cigarros negros.
Al llegarme el tiempo de criar, decidimos que los niños tenían que saber cuándo hacer las fuercitas lingüísticas y cuando no. A mí –por pasar más tiempo con los muchachos- me tocaron las clases de idiomas. Difícil faena y tremenda responsabilidad la de enseñarles la misma cosa en el lenguaje correcto, el informal y el cochino. Nunca les dije que las palabras fueran malas ni feas.
Sin proponérmelo tuve ayuda de otros profesores. Mala cosa es criar un hijo en la redacción de un periódico, aprenden lo que deben saber “ya”, y lo que “todavía”.
Así fue que una tarde de pocas noticias mi hijo fue a parar a la oficina del editor. El barbudo (todos los editores son barbudos), conocía mi filosofía educativa y le dijo al enano de 5 años que le enseñaría la cosa más terrible que se le puede decir a una persona cuando estuviera furioso: “Hijo de la Gran Puta”.
Mi hijo se lo grabó, pero estoy segura que no le explicaron el asunto de quien va primero en el árbol genealógico.
Semanas después, una vecina me contó que mi hijo favorito (de los mayores), tuvo que defender a su hermanito, (mi hijo favorito, de los menores) de poco más de un año de edad. La victimaria era una niña de 3 a 4 años. La nena le tiró arena en la cara al hermanito menor de mi hijo. El muchachote recordó la enseñanza del editor y se despachó a todo pulmón lo que entendió que era lo justo: “¡Madre de la Puta Grande!”
Todavía es muy temprano para saber si en efecto el grito de rabia de mi hijo mayor fue una premonición porque la nena está en plena adolescencia y no ha tenido a la hija.
Lo que sí aseguro es que con esto de los niños y las “malas palabras” hay que tener mucho cuidado, y asegurarse que las aprendan bien. A decir verdad, ellos sabrán cómo y donde decirlas. El problema puede estar en la sintaxis. Además... y más importante aún, ni las madres, ni las hijas tenemos la culpa de la conducta de otros. A Cualquiera le puede suceder.
(Foto de la web, ya no queda nada de aquél parque)
16 comentarios:
Jajaja! Si el problema no son las malas palabras sino la ocasión de decirlas, como le pasó a mi hermano viendo el futbol con su hijito. Mi hermano gritó "Chingue su madre!" y el niño respondió "Sí, verdad papá, que chingue mi mamá."
Yo soy harto malhablada, por eso los míos ni se escaman ni las usan. No son novedad.
Prefiero tomarlo con un poco de gracia, una vieja amiga solia decir: son solo niños, la inocencia no les permite diferencial entre lo bueno y lo malo en lo que hacen, no lo sé, pero es verdad hay que tener cuidado ya que los pequeños aprenden todo lo que se les dice, son como una esponja absorben y absorben información.
Jajajjaj,vaya dos historias geniales que nos has contado.
Muchos besos y abrazos
Me alegro poder leer un castellano brillante como es el tuyo.
María Moliner y el RAE se encuentran en mi mesa de trabajo, como algo natural.
Estoy de acuerdo que los niños deben aprender bien el idioma para luego poder decir mejor.
Un fuerte abrazo.
jajaja,besitos
Ministry...
Jajajaja ese cuento es tremendo! Quiero saber la segunda parte del cuento: qué le dijo tu hermano al niño?
Todavía nada?
Mujer! Que me frustro!
Hola Eddy.
Decir que son esponjas... no creo!
Son como aspiradoras eléctricas al máximo de velocidad.
Parece que tienes un cuento que compartir... jeje
Susy, tú debes tener más versiones de los mismos temas!
Anda, cuenta!
Capu...
Qué increíble María, verdad? Me encanta. Mira:
http://acualquieralesucede.blogspot.com/2009/08/el-diccionario-que-me-hace-llorar-la.html
Un día de éstos hago el cuento de los condones en el mismo centro de una Sala de Redacción... a la hora del cierre!
Fue de Antología...
fiaris, no te hagas... que yo se que debes saber miles de cuentos -tuyos y ajenos, de tu niñez y de tu adultez- porque el que se ríe solo, de sus maldades se acuerda...
besos!
Lo explicas muy bien, esas palabras que en realidad son para dañar a otros se deben conocer y en especial hacercelas conocer a los hijos y del porque no usarlas.
Cariños
Abue, una nunca puede anticipar el resultado de las lecciones maternales, ni en las cosas pequeñas, ni en las más importantes de la Vida.
El asunto es no rendirse.
Me has hecho reir, astral Casiopeia. Yo he pasado también por esa etapa en mmi vida y la recuerdo con alegría y azoro a veces. Pero ¡qué razón tienes en todo!. Y me hace gracia considerar los tacos (una forma de definir aquí las malas palabras) como "fuercitas". ¡Que sabiduría la de tu abuela.
Un abrazo desde Madrid.
Fijate que para eso d elas malas palabras en mi casa se pintaban solos, mi papa era super mal hablado y mi mama tmbm jaja como buenos Veracruzanos, pero a mi no se me da decir groserias o malas palabras a lo mucho que difo es baboso, estupido hasta ahi, Saludos!!!
Meg,recordando a mi abuela, te tenqo decir -con justicia- que era nuy "fuertecita".
jajaja
Fuertes (y mudos)abrazotes!
Ely,y baboso es malo? No son los que tienen babas?
Saludotes
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