Visitas de hoy en adelante... "Cualquiera" no contó el primer millón

Entre nos...

sábado, 11 de julio de 2009

De Cattleyas a Vandas

A los niños, le parecen “raras”; a los adolescentes, “ridículas”. Los jóvenes van cambiando de opinión cuando en los cursos de botánica se les dedica un capítulo a esas flores raras y ridículas que le gustan a sus madres.

Los adultos jóvenes se le acercan a las orquídeas con timidez, mirando antes a ambos lados para asegurarse que nadie los tilde de “corny”. Y asocian a las pobres
Cattleyas lilas y esplendorosas con los bailes de salón de mediados de siglo pasado. Aquellos lejanos 1950, cuando sus abuelas iban a cotillones con el florón en la muñeca izquierda. Después, cuando sus “viejitas” se van poniendo más viejas, ven de una forma distinta a madres y flores; especialmente si se especializan en la taxonomía del Amazonas, donde las monocotiledóneas pertenecientes a la familia Orchidaceae son las reinas. Ya de adultos, le damos un lugar especial a las orquídeas, que se contabilizan en 700 géneros, con unas 28,000 especies botánicas distribuidas sobre toda la superficie de la Tierra.

Confieso que hasta a mí me tocó una orquídea “corny”, de cotillón, a mediados de los setenta, ¡y que no me la puse! Casi se me cae la existencia cuando ví a mi amigo llegar a casa con la monumental
Cattleya. Me entró un frío por la palma de las manos que me fue subiendo al pecho y cuando llegó al cuello se convirtió en el calentón-rash-picazón fácilmente detectable. Las orejas se me pusieron como sartenes prendidos en high y los ojos casi se me brotan. “Y a este, ¿qué cono le pasa?” pensé.

Mi madre, que me conocía como si fuera mi madre, saltó a mi rescate echándole flores a la flor. Entonces el Luis (que no se llamaba Luis), le dijo que era del patio de su madre. Así las cosas, la madre mía lo envolvió en un conversatorio inocuo que los tres sabíamos que era para “distraerlo”. Yo, “la interrumpí” para apresurar la salida y “no llegar tarde”. Entonces, con la prisa y la conversación, “se me quedó” el
corsage que la madre de Luis (que no se llamaba Luis), pretendía que usara.

Estoy segura de que él agradeció el olvido. La bella
Cattleya no combinaba para nada con el vestido moderno y de toque hippy-chic que yo misma diseñé y confeccioné en la Necchi de Mami.
Luis (que no se llamaba Luis), no pudo volver a invitarme a otro baile durante los 3 años restantes de nuestra carrera universitaria porque le huí como el diablo a la orquídea. Y no se ría nadie, que estoy segurísima de que a Cualquiera le puede suceder en el 2009.

Por mi parte, espero que el hoy ingeniero industrial no se mude cerca de casa porque lo primero que verá cuando venga a pedir la taza de azúcar serán los bellos ramilletes de Vandas, Cymbidiums y Dendrobiums que crecen casi brujos cerca de la puerta principal. Claro, como se trata de orquídeas "distintas", hasta yo misma me perdono.

Más de 30 años después veo una
Cattleya y recuerdo al Luis (que no se llamaba Luis), los arpegios que me tocaba a la menor provocación (¡dije arpegios!), y la cara de mi nunca suegra cuando él, por piedad, le haya dicho que lucí la flor en el baile. ¡Qué bueno que no había cámaras digitales ni se posteaban fotos en facebook!

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